Empecé a maullarle al gato y me miró con cara de "no seas tan boluda, por favor". Cuando Anita era un bebé quiso ver el cielo. Me acuerdo de sus ojos como dos cristales viendo lo mismo que podía ver yo. No la iba a juzgar, era un espectáculo de cielo de tarde despejado, azul, ni una nube aparecía en la panorámica y mis ojos también eran dos cristales. Recuerdo exacto en que la niña quiso ver el cielo, y puedo recordar perfectamente mi llanto cuando entendí de que se trataba, de que iba el cuento de poder ver el cielo, especialmente en un patio de primer piso con otros dos más arriba, en donde el firmamento era una cárcel, pequeña, de tubos grises y paredes despintadas, y la emoción justo ahí, deseándose, mirándote con ojos desnudos, esperando que la conquistaras. La llevé a la azotea, y que viera lo injusto de algunas existencias tanto temporales como eternas, y puedo asegurar que nunca voy a estar en su lugar, nunca voy a llorar como ella, aunque lo intente, solo puedo ...
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